Nomás descender del avión se desea correr hacia las playas, esas mismas que se vieron desde los aires y que hicieron saltar el corazón de emoción
Hay gran prisa por desempacar y enfundarse en los bañadores, ceñirse un sombrero, unas buenas gafas ¡ni olvidar el bronceador!, el clima es cómplice seguro para disfrutar de una playa dorada, sombreada por altísimos cocoteros y un mar que se estrella suavemente en la costa.
A escasos pasos de la acalorada actividad de North End (epicentro comercial y urbano de San Andrés) nos encontramos con la playa más popular de la isla. La playa Spratt Bight —también conocida como Bahía Sardina— corre paralela a la avenida Colombia y se extiende tan larga a la vista, dominada por cocoteros y altos edificios, para luego torcer en un ángulo que se difumina con el mar y el cielo.
Otras dos impresiones seguras se pueden tener al estar en la playa Spratt Bight, una de ellas es que cualquiera queda con la impresión de salir pintado del agua con esa tintura natural que tiene el agua turquesa y cálida en sus olas. La segunda recae por cuenta de su arena: no hay que olvidar que la arena de la playa es denominada coralina, pero bien puede creerse que se trata de la disposición caprichosa de infinitas perlas, por su delicadeza y tamaño; quien haya caminado sobre este terciopelo blanco y cálido de casi medio kilómetro de largo, sabe muy bien lo que es disfrutar de una gratificante sesión de masajes para los pies.
¿Y cómo llegar a este ensueño? Solo alguien muy distraído preguntaría tal cosa, puesto que la más reconocida playa de San Andrés se extiende cuan larga como es frente a la principal vía que orla a la isla. Solo hay que cruzar unos cuantos metros, dejarse llevar por el bullicio y seguir los pasos de los alegres turistas que van en búsqueda del mar.
Cuando se acude corriendo a la playa una gran concurrencia ya se encuentra allí. Pero no hay que dejarse engañar a las primeras de cambio, pese a la multitud de personas que acoge playa Spratt Bight esta es tan larga y ancha que hay espacio para todos, y por el contrario, nada mejor que sacar partido de esta animada característica: la populosa playa permite conocer gente de todas las latitudes del mundo.
Así las cosas ¿qué tal un reñido juego de vóley con un nutrido grupo de brasileños, norteamericanos, europeos y mexicanos…? Para luego departir con esa fabulosa compañía sobre tantos tópicos, mojando los labios con una cerveza o un buen coctel, mientras corre con lentitud el maravilloso día.