«…To the wave and the coral reefs […] Where the sunshine bright…» Qué buena música que llega al corazón, es la melodía inconfundible de Beautiful San Andrés, un himno que recuerda la eterna belleza del archipiélago. Así, con este animado ritmo uno sencillamente quiere disfrutar de radiante sol y playa dorada en el paraíso. Quién podría negarse.
San Andrés y Providencia cumplen a satisfacción con todo lo que se necesita para unas vacaciones de lujo. En estas dos preciosas islas se goza de 27 grados de temperatura promedio, prodigada por el Astro Rey, aderezada ésta muy buena condición con una exquisita brisa marina que sopla todo el año.
Ahora, Los beneficios de tomar sol y playa se encuentran ya bien documentados por la medicina moderna, pero ahora imagina este conjunto de bondades en las paradisiacas San Andrés y Providencia… Un consentidor sol y muchas, pero muchas playas para todos los gustos aguardan en uno de los mejores rincones del Caribe, veamos algunas.
En San Andrés Isla encontrarás las playas más populares, aquellas donde reina la diversión; las playas del sector norte, como Sprat Bay, Cocoplum y Sound Bay, se definen por la alegría y las muchas personas que reciben a diario; Punta Sur ofrece playas más alejadas del ajetreo y unas olas muy tentadoras para los surfistas; el lado oeste de la isla ―West View y El Cove― te regala unos litorales que por su caprichosa forma y cercanía con arrecifes de coral se traducen en increíbles piscinas naturales… Y hablando de grandes peculiaridades, Johnny Cay, Cayo Bolívar y sus albercas multicolores juegan en ligas mayores: tomar allí el sol es un verdadero privilegio.
En contraste, la extraordinaria Providencia presume de un catálogo de playas como ninguno. Sus mini playas son todo un monumento a la paz y la tranquilidad, apenas para aquellos que buscan algo totalmente diferente. De entre estas se destacan South West Bay, Playa Manzanillo, Almond bay, Bahía Maracaibo y Fresh Water Bay. Y bueno, el insigne Cayo Cangrejo, como sus semejantes de San Andrés, la saca del estadio.
¿Pero y el mar en ambas islas? Pues bien, aquí el mar no puede desentonar. El mar es una dama extraordinariamente bella, y por tanto, caprichosa y vanidosa: no se decide por la tonalidad que ha de llevar su prenda, a veces se levanta con el sol humedeciendo sus líneas para despertar con un tono rojizo que luego se vuelve de un místico azul, otras veces, en extraña y sugestiva colocación de matices, vetea su cuerpo vasto: a un lado el azul, al otro el verde.