Partiendo del extremo del Puente de los Enamorados ubicado en Providencia, los pasos se acercan hacia las tupidas formaciones vegetales que todo lo dominan en la pequeña y fascinante isla vecina de Santa Catalina
El mundo contemporáneo no tiene cabida en este escenario virgen; sin autos, sin autopistas, sin altos edificios, Santa Catalina se convierte en una indeclinable invitación al encuentro con la naturaleza, la paz y el silencio.
Santa Catalina es una isla de tipo volcánica y coralina, en ella cohabitan cerca de 700 personas que abren sus ojos cada día en un entorno paradisiaco y que, como se mencionará reiteradamente, se ha negado a ceder un centímetro de su terreno y cultura al afán del mundo moderno.
Esta pequeña y mágica isla hace parte del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina bajo la jurisdicción administrativa de Providencia. La isla, de 1 km² de extensión, cuenta con una composición geográfica accidentada y una altura máxima de 132 msnm. Tal como su hermana mayor, Providencia, la isla goza de una agradable temperatura caribeña que no supera los 25 grados centígrados. Cabe anotar que, dado su tamaño, la pequeña isla tiene absoluta dependencia económica, cultural y social con la isla de Providencia, a la que está conectada por el Puente de los Enamorados que se eleva sobre el canal Aury. En ese sentido, el canal Aury es un estrecho canal marino (150m de ancho), construido por bucaneros del siglo XVII ―asiduos visitantes del archipiélago en ese entonces―, en procura de defender este importante enclave insular.
Por otro lado, la diversidad viviente que reposa en la flora y fauna de la pequeña isla es algo limitada debido a su tamaño y calidad insular, no obstante, pueden apreciarse interesantes ejemplares propios del bosque seco tropical como en el resto del archipiélago, destacando los árboles frutales (cocoteros, pan de fruta, “palos de mango”), el chaparro, el cottom tree, el cock spur, el olivo, los aiacos, etc. Asimismo se pueden apreciar aves de tipo endémico y migratorio, crustáceos, pequeños reptiles, innumerables tipos de insectos, diferentes variedades de mangle y coral y la respectiva vida que habita estos preciados hábitats.
Las caminatas alrededor de la isla se convierten en actividades ineludibles: Santa Catalina seduce con sus senderos naturales, permitiendo ser recorrida en un corto periodo de tiempo y obsequiando excelentes registros fotográficos desde los miradores naturales, un minuto de descanso para respirar aire puro y regocijar el espíritu con los fascinantes cuadros naturales que pinta el caribe. ales , dirigiendo los pasos por las veredas de estos ámbitos caribeños y selváticos, se podrá observar las pocas casas de los nativos, los cangrejales, los mangles y una hermosa playa que se esconde tras la isla.
Otros senderos conectan al visitante con el pasado glorioso y aventurero de la isla: la Cabeza de Morgan ― un promontorio de roca esculpido por la naturaleza con estampa humana― se alza orgullosa al filo de la tierra y del mar, y los cañones, que asoman sus viejas bocas desde otros promontorios cercanos, donde alguna vez fueron emplazados por Henry Morgan para responder con fuego a los navíos españoles y mantenerlos a raya, se mantienen hoy imperturbables al paso del tiempo, como prueba irrefutable de un capítulo muy especial de la historia del archipiélago
Como corolario de la aventura en Santa Catalina, los amantes del buceo tienen a disposición habituales y preciosos puntos de descenso que responderán en toda regla a su necesidad de sumergirse hacia la aventura: podrán disfrutar de inmersiones de 40 a 60 pies de profundidad en lugares como el Cantil de Santa Catalina y buceo a pulmón frente a la Cabeza de Morgan, donde es seguro descubrir decenas de especies de peces coloridos y casi una veintena de diferentes ejemplares de coral.