Los vaivenes del océano: una ola viene y va, incansablemente golpea la superficie coralina, «hola, soy el mar» le dice una y otra vez como hubiera dicho Neruda; el arrecife no lo comprende pero la ola no se detiene: paciencia es lo que habita en sus vaivenes. «Me llamo mar, repite pegando en una piedra sin lograr convencerla» como dijo el poeta.
No es ánimo de exagerar con los versos, pero es que justo antes de aterrizar en el archipiélago, la ventanilla del avión ofrece una panorámica impresionante: mar adentro, las olas rompen contra la barrera de coral formando una larga y sinuosa línea de espuma, en tanto la zona marítima que la precede parece un litoral de cristales multicolores, pero no es más que una estupenda y segura zona para la natación, el buceo y los deportes acuáticos.
Mas no hay por qué pelearse por ese codiciado asiento junto a la ventanilla, el ‘Mar de los siete colores’ no se moverá de allí, por el contrario, aguarda por todos con una amplia escala de colores en sus aguas que resultan sencillamente difíciles de clasificar.
Pero de dónde proviene tamaño encanto. «Un artista descuidado derramó sus pinturas sobre un lienzo azul», responderán muchos en tono romántico, o también dirán que «es el arco iris que se ha derretido en este rincón del Caribe». Pero para aquellos que se precian de conocer los detalles, les contamos que el ‘Mar de los siete colores’ debe su título honorífico a diferentes variables, de entre estas podemos distinguir el casi centenar de especies de corales que hallan cobijo bajo sus aguas, las siluetas coloridas de los peces que se difuminan al ritmo de sus danzas, los sedimentos calizos y el baño diario de un radiante sol que lo convierte todo en un juego extraordinario de luces, lo más cercano a un caleidoscopio marino ¿habrá una explicación más adecuada?
Todo depende del punto vista, lo cierto es que el paisaje puede arrancar una buena seguidilla de suspiros, exclamaciones o dejar a cualquiera con la boca abierta y los ojos perdidos en este sueño pintado con tantas vetas multicolores. Aunque, en honor a la verdad, nosotros tenemos nuestra propia explicación: un arrebato incomparable de inspiración de la mano del Creador.
Sus habitantes lo saben muy bien. Hombres de mar, de pies a cabeza, como son los isleños, no se cansan de disfrutar de las aguas que bañan las costas de su archipiélago, todo es alegría diversión y tranquilidad, dan ganas de contagiarse de sus energías para disfrutar de esas playas, bahías, y piscinas naturales en el ‘Mar de siete colores’ donde todo puede hacerse: nadar, bucear, acelerar a fondo en una moto acuática o saltar sobre las olas en kitesurf, entre muchas actividades más. Cómo perderse entonces de tanto por hacer. Cómo cansarse de ese mar cuando pocas veces se puede estar allí.
Si fuera nuestro contemporáneo, si el poeta Neruda hubiera visitado el archipiélago, extasiado ante la vista, tal vez modificaría sus versos: «el mar, y cuánto mar […] Dice que sí, en siete colores, en espuma, en galope.»