Muy cerca de las algodonadas nubes caribeñas, el punto más alto de Providencia deleita con una vista que presume de belleza y generosidad: en el horizonte se amalgama el firmamento claro con el ‘Mar de los siete colores’; al frente del Pico se aprecia la hermana menor, Santa Catalina, que reposa pletórica de belleza sobre el manto caribeño; un tapete verde que desciende en suaves ondulaciones se observa desde la cima para encontrarse con las arenas blancas y otras veces para fundirse directamente en abrazo natural con las aguas marinas.
El Pico es una reserva forestal que se levanta orgullosa sobre los 360 msnm, constituyéndose así en el punto más elevado de todo el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
El Pico es por antonomasia el emblema natural de los isleños providencianos: auspiciador de vida, cima tutelar cargada de energía espiritual. También es la única estrella hidrográfica del archipiélago y, por tanto, centro hídrico de inestimable valor para que el verdor que ondea entre las suaves pendientes de Providencia se transmute en las abigarradas formas del bosque seco tropical.
Para ganar su cima bien puede el turista contratar un guía certificado, prepararse con buena hidratación, calzado de montaña, bloqueador solar y decidirse por unas cuantas monturas, o bien, lanzarse a la aventura natural en una caminata revitalizante. Unas cuantas horas serán suficientes para alcanzar la mayor cúspide del caribe insular colombiano; a través de senderos delimitados, el bosque seco tropical se deja apreciar con toda la carga de vida y belleza.
El ascenso a El Pico está dotado de todas las cualidades esenciales para disfrutar del ecoturismo: resguardados por enormes ceibas (cottom tree), vistosos árboles frutales, helechos y ramilletes de flores, los senderos trepan acompañados de la música de pequeñas fuentes cristalinas que brotan del corazón mismo del Pico, para descender luego, serpeando en búsqueda del cálido y multicolor mar que rodea a Providencia.
Encontrar la cima que se corona ocasionalmente de nubosidades puede ser tarea ardua, pero la recompensa del duro ascenso supera en creces la fatiga: postales de infarto quedarán registradas en las cámaras de los victoriosos montañistas. Por otro lado, es seguro que la generosa Madre Naturaleza se permitirá agasajar a los visitantes con uno de los deliciosos frutos de esta fértil tierra: un exquisito mango maduro no le caerá nada mal a ninguno.