Tan encantador como su nombre lo indica, en Providencia un lugar aguarda por aquellos que quieren encontrarse con la armonía natural y el silencio que solo puede ofrecer un paraje sin igual enclavado en el Caribe. Solitario, silencioso y maravilloso: Aguadulce reconforta y consiente a todo aquel quien lo visite.
¡Vamos a Almond Bay! Dirijamos nuestros pasos hacia una de las más maravillosas playas de Providencia; verás que cada impresión y sensación de este bello lugar se quedarán tatuadas en tu alma para siempre. Apostamos a que seguramente querrás volver.
Mientras encontramos nuestro medio de transporte desde Santa Isabel, te vamos contando: Almond Bay es un lugar diferente, incluso dentro del tranquilo catálogo de playas vírgenes y solitarias con las que cuenta Providencia, consideramos a Almond Bay como la playa más tranquila dentro de las más tranquilas. Pequeña y estupenda, solitaria y fascinante… los calificativos nunca fueron tan idílicos para describir una playa.
¿Te animas entonces? Qué tal si alquilamos una moto.
Ves ese poblado que acabamos de pasar, se llama Old Town y es uno de los asentamientos humanos más antiguos de todo el Caribe. No estaría nada mal echarle un vistazo para mañana, ¡Pero mira, acabamos de llegar a nuestro destino! ¿No te dijimos lo muy cerca que se encontraba Almond Bay? Esa pintoresca señalización que ves nos anuncia el descenso hacia la playa, y la escultura de ese gigantesco y amigable pulpo que preside la entrada nos da la bienvenida ¿Una fotografía bajo sus tentáculos? ¡Buena idea!
La primorosa calzada de acceso que sigue, flanqueada de la tupida vegetación del bosque seco tropical, salta a la vista con preciosas baldosas con relieves de especies marinas: caballitos de mar, medusas, mantarrayas y peces señalan el camino a seguir. Fíjate, después unos contados minutos de descenso hemos llegado, la calzada remata en unas escalinatas de concreto que finalizan justo cuando la arena de la playa reclama sus dominios, vaya contraste. Otros signos son destacados en el lugar y pintan en la mente un panorama de lo que nos espera: hay hamacas para quienes deseen un exclusivo descanso con una vista igual de exclusiva; restos de fogatas nocturnas nos anticipan cómo podría ser allí una noche bajo un cielo increíblemente cuajado de estrellas, por otro lado, una rústica cabaña y unas mesas nos anuncian la posibilidad de beber y picar algo.
Pero vamos, conozcamos al propietario del bar: el señor Delmar es un auténtico personaje raizal, su curtido rostro por el Caribe destaca con su amable sonrisa de oreja a oreja; siempre que la exhibe la otorga con honestidad y alegría y esto se nota en su incomparable atención, aquella que brinda en su maravilloso negocio el “Ocean View” donde se puede disfrutar de suculentas langostas y otros platos fuertes ¿y para beber? Piña colada, margaritas o coco locos… Ah, y coco fresco para picar mientras los cocteles se deslizan por la garganta.
Aunque claro, la preciosa vista de la playa y el mar nos resultan terriblemente tentadoras, es cuestión entonces de tomar partido: si te inclinas por el snorkel tendrás una visión de lujo bajo el agua transparente; échate sobre una hamaca y simplemente aguarda por el atardecer de tu vida, de la arena de la playa ya te has enterado, regocija que nuestros pies entren en contacto con su calidez y delicadeza. Qué apetece primero, playa y mar o playa y cocteles. Tú decides.